Puente de la Culebra, el puente serpenteante de Madrid
El Puente de la Culebra es uno de esos lugares de Madrid que demuestran que la ciudad todavía guarda secretos. En pleno corazón de la Casa de Campo, este puente serpenteante de ladrillo y granito parece más una escultura que una infraestructura. Además, su autoría se atribuye a Francesco Sabatini, el arquitecto favorito de Carlos III. Por eso, si te gusta descubrir rincones curiosos y algo misteriosos, el Puente de la Culebra merece un hueco en tu próxima ruta.
Tabla de Contenidos
- 1 Qué es exactamente el Puente de la Culebra
- 2 El Puente de la Culebra y Sabatini: una joya de época de Carlos III
- 3 Un diseño que serpentea: cómo es el Puente de la Culebra
- 4 El Puente de la Culebra como planazo en la Casa de Campo
- 5 Cómo llegar al Puente de la Culebra y consejos para la visita
- 6 Galería de fotos
Qué es exactamente el Puente de la Culebra
El Puente de la Culebra es una pequeña obra de ingeniería del siglo XVIII situada en el extremo suroeste de la Casa de Campo, sobre el arroyo de Meaques y junto al llamado Estanque Chico. No hablamos de un gran viaducto urbano, sino de una pieza casi escultórica que mezcla función y puro capricho arquitectónico. De hecho, su forma sinuosa recuerda claramente al movimiento de una serpiente, algo que salta a la vista en cuanto te aproximas. Además, su escala humana hace que lo cruces en apenas unos pasos, lo que anima a detenerse, observar y rodearlo con calma.
Se levanta sobre varios arcos de medio punto de ladrillo rojo, mientras que la parte superior está resuelta en sillería de granito, con unos pretiles ondulantes rematados por pináculos de piedra. Por tanto, su valor no se encuentra en la magnitud, sino en el diseño: es un ejemplo finísimo de barroco tardío con sabor italiano en mitad de un paisaje de bosque madrileño. Además, su posición algo apartada de las rutas más transitadas de la Casa de Campo refuerza esa sensación de hallazgo casi íntimo para quien lo encuentra.
El Puente de la Culebra y Sabatini: una joya de época de Carlos III
La historia del Puente de la Culebra arranca en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando Carlos III decide transformar la Casa de Campo en un gran escenario de recreo real, con nuevas infraestructuras, paseos y puentes. En ese contexto entra en juego Francesco Sabatini, el arquitecto responsable de piezas tan conocidas como la Puerta de Alcalá o parte del Palacio Real. A él se le encargó un conjunto de puentes sobre el arroyo de Meaques, y el Puente de la Culebra aparece como la obra más singular del grupo, tanto por su trazado como por su ubicación.
El puente se proyecta en torno a 1782 y se inscribe en la corriente barroca italiana que Sabatini introduce en Madrid, con líneas curvas, soluciones plásticas muy marcadas y un interés especial por el efecto escenográfico. Sin embargo, no es solo un gesto formal. Además de encajar en la red de caminos de la Casa de Campo, sirve como puerta elegante al paisaje del Zarzón, el rincón donde el arroyo se remansa y forma el Estanque Chico. Por eso, más que un simple paso, funciona como pequeño mirador y como pieza de transición entre el mundo construido y el bosque que se abre a su alrededor.
A lo largo de los siglos el Puente de la Culebra ha sufrido daños, sobre todo en sus pináculos de granito, que fueron robados a principios de los 2000 y posteriormente restituidos con reproducciones. Aun así, conserva la esencia del diseño original y sigue siendo un ejemplo fantástico de cómo la arquitectura cortesana del XVIII se coló en lo que hoy es el gran parque público de Madrid. Además, su creciente popularidad entre fotógrafos, urban sketchers y amantes del patrimonio ha vuelto a situarlo en el mapa cultural de la ciudad.
Un diseño que serpentea: cómo es el Puente de la Culebra
La magia del Puente de la Culebra está en su planta ondulante. Si lo miras desde arriba, el trazado dibuja una especie de S alargada que hace que el cruzarlo sea casi una pequeña coreografía. En lugar de seguir la lógica recta de la mayoría de puentes, aquí Sabatini apuesta por el movimiento continuo, con entrantes y salientes que van marcando un ritmo casi musical. Además, este gesto convierte el puente en un objeto escultórico que dialoga con las curvas suaves del arroyo y la vegetación que lo rodea.
En la parte inferior, los arcos de ladrillo de medio punto apoyan sobre pilas de fábrica y tajamares, reforzando la base con un lenguaje muy propio de las obras hidráulicas del XVIII. Encima, la piedra granítica define el tablero y los pretiles, que se rematan con una serie de pináculos pétreos alineados a lo largo del recorrido. Por supuesto, este contraste entre el rojo del ladrillo y el gris claro del granito genera una imagen muy reconocible, sobre todo en días de luz rasante, cuando las sombras enfatizan los quiebros del trazado.
Otro detalle importante del Puente de la Culebra es su estrechez: el ancho del tablero impide el paso de carruajes y refuerza la idea de un puente pensado para peatones y ganado. Hay textos que lo describen como un puente de conteo, un lugar donde se controlaba el número de reses que accedían a determinadas zonas de pasto. Así, lo que a primera vista parece un capricho estético encierra también una lógica funcional muy concreta. Además, este carácter casi íntimo y peatonal encaja de maravilla con el uso actual del entorno, más ligado al paseo que al tráfico rodado.
El Puente de la Culebra como planazo en la Casa de Campo
Visitar el Puente de la Culebra es la excusa perfecta para redescubrir la Casa de Campo más tranquila. Mientras la mayoría de paseantes se concentra cerca del lago, el teleférico o el zoo, la zona del Zarzón ofrece una experiencia distinta, más de bosque mediterráneo y caminos de tierra. Por eso, si buscas un paseo de fin de semana sin agobios, incluir este puente en tu ruta es una gran idea. Además, la llegada al Estanque Chico aporta un cambio de escala muy agradable, con el agua, las sombras y los reflejos completando la escena.
Una forma muy cómoda de plantear la visita es enlazar el Puente de la Culebra con otros hitos históricos de la Casa de Campo, como la Fuente del Zarzón o algunos restos de fortificaciones de la Guerra Civil que se conservan en el entorno. De este modo, el paseo se convierte en una pequeña lección de historia urbana al aire libre, combinando paisaje, patrimonio y deporte suave. Además, la topografía del área presenta suaves pendientes, lo que permite hacer el recorrido corriendo, en bici o caminando sin demasiada exigencia física.
Si te interesa la fotografía, el Puente de la Culebra ofrece encuadres muy potentes al amanecer y al atardecer, cuando las curvas del pretil se recortan sobre el cielo y el agua del estanque. También se presta mucho al dibujo rápido, así que no es mala idea llevar una libreta de bocetos o una tablet para capturar la escena. Además, al tratarse de un punto algo escondido, la atmósfera suele ser muy silenciosa, ideal para quienes quieren desconectar un rato del ruido de la ciudad sin salir realmente de Madrid.
Cómo llegar al Puente de la Culebra y consejos para la visita
El Puente de la Culebra se encuentra en el sector suroccidental de la Casa de Campo, dentro del distrito de Moncloa-Aravaca. Para llegar, lo más habitual es acceder al parque desde la zona de Batán o Campamento y dirigirse hacia los caminos que bordean la valla oeste. Conviene revisar el mapa de la Casa de Campo antes de salir, porque los senderos se bifurcan con frecuencia y es fácil desviarse si se va sin referencia. Aun así, el recorrido es agradable y, con un poco de orientación, el puente termina apareciendo entre los árboles.
Lo ideal es visitarlo con luz diurna, sobre todo si no conoces bien el parque. En verano, las primeras horas de la mañana o el final de la tarde resultan mucho más cómodas por temperatura y luz. En cambio, en otoño e invierno, la vegetación más desnuda permite entender mejor el trazado del arroyo y del propio puente. Además, al tratarse de una zona natural, conviene llevar calzado cómodo, algo de agua y, si ha llovido, asumir que el terreno puede estar algo embarrado cerca del cauce.
Como siempre en la Casa de Campo, es importante respetar el entorno: no dejar basura, no salirse innecesariamente de los caminos y evitar subirse a los pretiles del Puente de la Culebra, por muy tentador que resulte para la foto. Así, ayudamos a que esta pieza histórica se conserve en buenas condiciones y siga sorprendiendo a quien la descubra dentro de unos años. Además, si vas en grupo, es un lugar estupendo para hacer una pequeña parada, comentar la jugada arquitectónica de Sabatini y seguir luego la ruta hacia otras zonas del parque.
Galería de fotos
Déjate llevar por las curvas del puente y recorre la galería para verlo desde todos sus ángulos.
