Infinito Delicias: el nuevo laboratorio urbano de Arganzuela
Infinito Delicias aterriza en Arganzuela con una idea muy madrileña: recuperar un edificio con pasado industrial y convertirlo en un lugar donde pasan cosas. Además, lo hace con una mezcla que engancha: cultura, cocina, aprendizaje y barrio, todo en clave de sostenibilidad. Desde este fin de semana, el espacio se activa con una jornada de puertas abiertas y una programación que busca que entres, mires, preguntes y participes. Por eso, más que “otro centro”, Infinito Delicias se entiende como un punto de encuentro cotidiano.
Tabla de Contenidos
- 1 Qué es Infinito Delicias y por qué importa en Madrid
- 2 Infinito Delicias: del pasado industrial a la regeneración urbana
- 3 Infinito Delicias por dentro: cocinas, salas y un patio ciudadano
- 4 Programación de apertura: la Romería de las Delicias y el paseo como rito urbano
- 5 Cómo encaja Infinito Delicias en el eje cultural de Arganzuela
- 6 Información práctica: ubicación de Infinito Delicias
- 7 Galería de fotos
Qué es Infinito Delicias y por qué importa en Madrid
Infinito Delicias es un “tercer lugar”: ni casa ni oficina, sino un espacio intermedio pensado para que el vecindario se cruce, colabore y se quede un rato. En cambio, no funciona como un edificio de uso único, porque combina cocina, talleres, encuentros, residencias y programación cultural. Además, su enfoque se apoya en la regeneración urbana desde lo cotidiano: aprender haciendo, cocinar para entender la sostenibilidad, y usar el arte como herramienta de conversación entre generaciones.
El proyecto lo impulsa la Fundación Daniel y Nina Carasso, y esa base explica el tono: colaboración, experimentación y cultura aplicada. Por tanto, aquí no se viene solo a “ver”, sino también a probar formatos y a darles continuidad. Y, sobre todo, se viene a vivir el edificio como infraestructura social: un lugar preparado para lo inesperado, donde la agenda se construye con la ciudad, no a espaldas de ella.
En Madrid, donde el espacio público compite con el ritmo acelerado, un sitio así tiene valor por simple fricción positiva: te obliga a bajar el paso. Además, coloca a Arganzuela en el mapa de los proyectos que trabajan entre cultura y ciudad, con una escala accesible y una vocación de barrio real.
Infinito Delicias: del pasado industrial a la regeneración urbana
El relato de Infinito Delicias empieza con una transformación: donde antes había una instalación industrial, ahora aparece un equipamiento ciudadano. Sin embargo, lo interesante no es solo el “antes y después”, sino el tipo de rehabilitación que propone. El edificio suma 2.700 metros cuadrados, así que no hablamos de un local pequeño, sino de una pieza urbana capaz de atraer actividad constante. Además, el proyecto se presenta con arquitectura bioclimática y con criterios de sostenibilidad aplicados a la construcción y a la energía, lo que encaja con una rehabilitación que mira al futuro sin borrar el pasado.
En una ciudad como Madrid, estas operaciones tienen un efecto dominó: activan calles, diversifican usos y crean recorridos nuevos. Por eso, la ubicación en el entorno de Delicias tiene sentido, ya que este eje ha vivido durante décadas entre el Madrid productivo y el Madrid cultural. En cambio, aquí se añade una capa: la cocina y la alimentación sostenible como “excusa” para reunir a gente distinta. Además, esa mezcla reduce el riesgo de convertir la rehabilitación en algo decorativo, porque obliga a llenar el edificio de contenido y de vida.
La regeneración urbana, cuando funciona, se nota en lo simple: más actividad a pie, más tiempo de estancia y más motivos para volver. Por tanto, el éxito de Infinito Delicias dependerá menos de un evento puntual y más de su constancia. Y, aun así, arrancar con una apertura pensada como jornada pública marca bien la intención: empezar escuchando y empezar con la calle dentro.
Infinito Delicias por dentro: cocinas, salas y un patio ciudadano
Si te preguntas qué te vas a encontrar al entrar, Infinito Delicias se organiza como un laboratorio urbano con usos claros. Por un lado, incorpora cinco cocinas experimentales y laboratorios gastronómicos, pensados para proyectos vinculados a alimentación sostenible. Además, el planteamiento incluye grabaciones, demostraciones culinarias y programas educativos, lo que convierte la cocina en un formato cultural en sí mismo. En cambio, no se queda en la parte gastronómica, porque el edificio también funciona como espacio de participación: salas para talleres, encuentros y conferencias, junto con residencias artísticas y científicas.
Esta mezcla importa porque crea capas de uso: puedes ir por curiosidad, quedarte por un taller y volver por una actividad distinta. Además, la convivencia entre arte, ciencia y educación suele generar conversaciones poco habituales en espacios más tradicionales. Por tanto, el edificio actúa como una pequeña ciudad interior, donde cada sala responde a una necesidad diferente, pero todas empujan a la colaboración.
Y luego está el exterior: un patio ciudadano con huertos urbanos y un restaurante llamado Unmar, basado en un concepto de cocina mediterránea sostenible. Sin embargo, el patio no es “solo” un añadido bonito: en Madrid, los patios funcionan como un regulador social. Además, permiten que la actividad sea visible desde fuera y que el espacio tenga ese punto de plaza doméstica. Por eso, si te apetece conocer Infinito Delicias, a veces bastará con entrar al patio y dejarte llevar por el ambiente.
Programación de apertura: la Romería de las Delicias y el paseo como rito urbano
La inauguración de Infinito Delicias se plantea como una fiesta de barrio con muchas puertas de entrada: exposiciones, proyecciones, tapeos populares, conciertos y performances. Además, se propone una acción central que resume muy bien el espíritu del proyecto: la Romería de las Delicias, concebida por el artista Antoni Miralda. En cambio, no se trata de una “procesión” al uso, porque el formato es un paseo compartido, con arte y música mezclados con la vida cotidiana del barrio.
El recorrido parte del Patio Nouvel del Museo Reina Sofía y avanza por el Paseo de las Delicias hasta llegar al edificio de Infinito Delicias, en la calle Juana Doña. Por tanto, el evento convierte la ciudad en escenario, y el trayecto se vuelve parte de la experiencia. Además, esa decisión tiene una lectura urbanística: no te teletransporta a un recinto, sino que te hace atravesar aceras, cruces y ritmos reales. En consecuencia, el proyecto se presenta sin aislarse, como si dijera: “ven andando, ven con otros”.
Para Arganzuela, este tipo de activaciones ayudan a reforzar identidad y a crear rituales contemporáneos. Sin embargo, el verdadero reto será mantener una programación que sostenga el interés más allá del primer día. Aun así, arrancar con un evento que une museo, paseo y barrio coloca a Infinito Delicias en una tradición madrileña: la de encontrarse en la calle, sin necesidad de solemnidad, pero con intención.
Cómo encaja Infinito Delicias en el eje cultural de Arganzuela
Arganzuela lleva años consolidando un paisaje urbano donde conviven lo industrial reconvertido, lo cultural y lo residencial. Por eso, Infinito Delicias llega en un momento lógico: suma un nodo de actividad en un entorno ya acostumbrado a los cambios de uso. Además, el hecho de conectar su inauguración con el entorno del Reina Sofía no es casual, porque refuerza el corredor cultural que atraviesa esta parte de Madrid. En cambio, aquí se añade una idea menos habitual: la alimentación sostenible como puente entre cultura y vida diaria.
Este tipo de proyectos funcionan cuando se vuelven útiles para el vecino, no solo atractivos para el visitante. Por tanto, será clave que la programación mantenga un equilibrio entre lo experimental y lo accesible. Además, la existencia de salas para talleres y encuentros sugiere un uso muy pegado a las redes locales: asociaciones, colectivos, centros educativos o simplemente grupos con ganas de hacer cosas. Y, aunque el edificio tenga ambición, también puede ser un lugar de barrio si cuida los detalles: horarios, acogida y un calendario comprensible.
Si te interesa la ciudad que se construye desde dentro, Infinito Delicias ofrece una pista valiosa: la regeneración urbana no siempre necesita grandes operaciones. En cambio, a veces basta con una pieza bien rehabilitada, un patio vivo y una programación que invite a participar. Además, al mezclar cocinas, cultura y sostenibilidad, el espacio introduce un lenguaje nuevo para hablar de lo común. Y, por eso, apetece seguirle la pista: porque promete actividad, pero también porque promete conversación.
Información práctica: ubicación de Infinito Delicias
Infinito Delicias se ubica en la calle Juana Doña, 5, en el distrito de Arganzuela. Además, su jornada de puertas abiertas arranca este sábado, con un programa de actividades pensado para descubrir el edificio en funcionamiento. Por tanto, si tu plan es acercarte, lo más recomendable es ir con tiempo y con ganas de recorrer el espacio sin prisas. En cambio, si prefieres una visita más tranquila, también puedes optar por pasar más adelante, cuando el ritmo se estabilice y puedas explorar con más calma.
El edificio se organiza como un lugar de estancia, así que no lo pienses como una visita rápida. Además, entre cocinas, salas y patio ciudadano, lo habitual será entrar por curiosidad y acabar quedándote por una actividad. Y, si vas en grupo, mejor todavía: este tipo de espacios se disfrutan más conversando y compartiendo el recorrido.
Galería de fotos
Asómate a la galería y fíjate en los detalles: aquí la transformación se entiende a simple vista.
